page-header

Entrevista a Vanessa Martínez Rivero

“Necesitamos detonar esos círculos opresivos de insalubridad humana”

“Necesitamos detonar esos círculos opresivos de insalubridad humana”

Vanessa Martínez Rivero (1979), poeta, cantante, actriz y artista multidisciplinaria nacida en Perú.
Ha publicado los poemarios La hija del carnicero (2007; 2014), Coraza (2009), Carne (2012), Cartografías de la carne (2012), Redondo (2015; 2016; 2019) y Un tercer ojo para el tiempo de la tristeza (2018; 2019). Ha participado en diversos festivales y ferias latinoamericanas y europeas. Arte–Facta. Selección y traducción multilingüe es su libro más reciente. Radicada en Chile hace un tiempo, la creadora nos relata aspectos de su trayectoria e influencias.

1-Nos gustaría que nos contaras tus inicios en la literatura y el arte.

Desde la infancia, en mi familia había una gran necesidad de sensibilizar nuestro espacio familiar con arte, ya que mi hermano mayor tenía el espectro autista y mi madre había enviudado cuando yo tenía 5 años. Fue una etapa muy dura y vulnerable, pero gracias al arte, los libros que mi madre adquiría, la literatura, danza, música y el teatro, fueron canales para una mayor apreciación y compresión. Más aún, fueron medidas necesarias para convivir tanto para mí hermano como para nosotras, incluyendo diversas posibilidades de comunicarnos o entender los silencios y las sonoridades que eran básicas para el cuidado mutuo. Pero esas libertades que el arte da también nos jugaba en contra muchas veces, nos costó la piel, ya que en esa época los estudios sobre TEA y tratamientos no existían, entonces el amor, la fe y el arte fueron una educación y una sanación intuitiva, un modo de vivir y actuar. Ya a los 17 años en la ciudad de Trujillo, comencé a compartir mis primeros poemas en festivales de la Alianza Francesa, ahí ya empezaba a mostrar el estilo que se volvió un sello de mi trabajo, mientras paralelamente estudiaba en la escuela de Arte Dramático.

2- Perteneces a una potente generación de poetas peruanos que a fines de los noventa dio bastante que hablar por la fuerza de sus textos: Cecilia Podestá, Paul Guillén, Giancarlo Huapaya, entre muchas otras y otros: ¿Cuál crees que fue el principal aporte de esa camada? ¿Qué cambios has percibido?

Creo que el mayor aporte de mi generación fue la pujanza maravillosa de forjar un estilo propio, uno los escuchaba y ya sabías de quién se trataba. Fue interesante porque salió una camada de libros increíblemente buenos, rupturistas, además de una evolución natural de nuestro legado poético. Eran competitivos, en ellos aprendí a reconocer esa fuerza para posicionarse, defender y hacer respetar mi trabajo ya que no venía de una carrera de letras, pero si de una autoeducación lectora y artística, como algunos de ellos que venían de otras carreras. Existió mucha camaradería e intensidades propias de ese tiempo, ese romanticismo maldito que nos permitió comunicarnos y expandir nuestro lenguaje y estilo, en un reto de inagotable libertad hasta la actualidad.
Aquí algunos poemarios que se me vienen a la mente: Las Falsas actitudes del agua de Andrea Cabel, La transformación de los metales de Paul Guillén, Aprendiendo a hablar con las sombras de Víctor Ruiz Velazco, El pequeño y Mugroso Pólack de Bruno Pólack, Primera anunciación de Cecilia Podestá , Casa de zurdos de Alessandra Tenorio, entre otros.

3-¿Qué voces interesantes ves hoy por hoy en la escena poética peruana?

Mencionaré una pequeña muestra de jóvenes con proyección: Lourdes Aparicio, Esteban Couto, Andrea Cruzado, Irving Ramírez, Adrián Alberto, Christina Castillo, Ethel Barja, Saló Tomoe, Noraya Coyure, Katherine Medina Rondón, Lesley Costello, Laura Rosales, Marina Irkalla, Gloria Alvitres, Carla Valdivia, Lisbeth Curay.

4-¿A qué poetas de la inmensa tradición peruana consideras fundamentales en tu forja como creadora, tus principales influencias, si se quiere?

Blanca Varela, Martín Adán, María Emilia Cornejo, Enrique Verastegui, José Watanabe, Carlos Augusto Salaverry, Cesar Vallejo, Carmen Ollé, Domingo de Ramos, Rosella Di Paolo, Sonia Luz Carrillo, Magda Portal, Carlos Oquendo de Amat, Rodolfo Hinostroza, etc.

5 – ¿Cómo dialogas con la poesía chilena? ¿A qué poetas chilenos, vivos o muertos, lees?

Desde lo rítmico, lo histórico y lo cíclico de nuestros gobiernos y nuestros muertos, esta herida de cordillera, desde El tambor indio de la tierra por citar a Gabriela Mistral, que es la favorita de mis primeras lecturas, y a los músicos emblemáticos de Chile, Víctor Jara, Violeta Parra, encuentro luego ya esta maravillosa fusión rítmico musical rupturista y performática que llega con Raúl Zurita, Nicanor Parra, Stella Díaz Varín, Pablo de Rokha, etc.
Actualmente vivo en Chile y tengo la suerte de no sólo leerlos, sino poderlos escuchar, hablo de Soledad Fariña, Elvira Hernández, Carmen Berenguer, Cecilia Vicuña, Paula Ilabaca, Karo Castro, Juan José Podestá, Hector Hernández, Javier Norambuena, Eli Neira, Roxana Rupailaf, Héctor Monsalve, Óscar Saavedra, los poetas de Descentralización Poética, entre otros, son tantos, eso es lo maravilloso. Y también asistiendo a lecturas de muchos poetas jóvenes, destaco a Camila Albertazzo, que también se dedica a la crítica, Alexander Correa, Daniel Medina Lillo, Víctor Valenzuela, Fernanda Martínez y Camila Blavi. Me resulta difícil tanto en mi país como en Chile, hacer una lista acabada de autores en poesía por su gran variedad y calidad.

6-Siempre has mantenido un diálogo con las artes: ¿Cómo se fue gestando ese vínculo, en forma orgánica o más deliberada, intencionada?

Fue orgánico e intuitivo por lo mencionado anteriormente en la primera pregunta, ese capital cultural inicial, de formación, siempre dialoga y confronta las necesidades propias del lenguaje y los simbolismos. Es como ver la palabra tras la palabra de la palabra por la palabra y generar una unidad muchas veces performática, que es infinita para la creación. No me interesan los límites, el universo no los tiene, por eso me es difícil soltar un libro. Si no me ponen fecha límite los amigos editores, no soy funcional en este medio.

7-Temas como el cuerpo y la violencia son claves en tu trabajo, y en los cuales insistes: ¿Cómo era trabajar poéticamente esos temas hace veinte años y cómo es ahora?

Los comencé a trabajar desde la niñez de manera secreta por los ochentas. Los textos de La hija del carnicero son duros, algunos son poemas que hice desde niña. Se leyeron por primera vez en recitales poéticos de la ciudad de Trujillo por los noventas, pero me resistí a publicarlos durante años hasta que salieron a la luz editorial en el 2007, una vez más la presión de gente querida influyó, en este caso mi madre, ávida lectora, que había llegado a la conclusión de que tenía una hija poeta pese a cualquier prejuicio propio y del mundo.
Gracias a mis tempranas lecturas de poetas impresionistas me sentí identificada y en confianza para poder mostrar mis textos y trabajar sobre ello, con los temas de territorio como cuerpo político y sujetos poéticos en primera persona de víctima y victimario. Aproveché los cuestionarios de construcción para personajes teatrales, para dialogar y denunciar, de cara o letra, la poca responsabilidad que el sistema tiene sobre la mujer y sus derechos, tácitos y no tácitos, también cuestionar las formas patriarcales de la sexualidad a través de un erotismo disruptivo. En mis primeras lecturas de poesía en los recitales tenía la sensación de ir despojándome de mis prendas tras avanzar cada verso hasta quedar expuesta (pudor en demasía), pero con el paso del tiempo y el cariño que he recibido de los lectores que conectan con mi poesía, ahora siento que voy vistiendo cuerpos que necesitan calidez y que en lo creativo dialogo con problemáticas más globales, que van más allá del propio cuerpo y el ego. Hay una responsabilidad desde mi propia política a la que me soy leal por agradecimiento a mi sobrevivencia a través del amor y la fe de las personas. En estos tiempos voy a la tierra, a lo invisible, a desprenderme, siempre desde lo incómodo y dialogando con otras voces a través de mi método.
Orgánicamente sé que explotaré en mi tumba, voy entendiendo el proceso de mi lenguaje corpóreo y de pensamiento, entonces escribo y me invento un día más en la vida como ciudadana de a pie. No vivo en una nube voladora coronada por laureles, yo necesito de la conexión y sus polaridades.

8-¿Qué dice el arte que no diga la literatura, y viceversa?
Creo que el arte actualmente tiene una importancia y relevancia mayor para decir las cosas que la literatura, referido a lo cultural y lo que históricamente nos castiga en lo político. Por eso es necesaria la unidad de las expresiones literarias y artísticas, sería muy ciega si pienso que a estas alturas podría separarlas. Cuando viajé a India pude ver esta realidad y diálogo performático tan vívido por cientos de años. También en Latinoamérica lo hicieron diversos grupos con la influencia de las vanguardias europeas, como los dadaístas y otras corrientes. En la actualidad, ya es bastante común que los artistas y escritores trabajen en conjunto, colaborativamente, y más importante aún, con la necesaria pluriculturalidad.
En mi opinión, la poesía es el primer arte y, por tanto, es un indicador de lo que es artístico y lo que no. Si no tiene un precedente poético, desde lo bello hasta el horror y el juego, no es reconocible como una obra de arte. Necesitamos re-interpretarnos expresivamente de muchas formas en la sociedad cuando no nos escuchan y creen que nos los observamos, necesitamos detonar esos círculos opresivos de insalubridad humana.

9 -Arte-facta es una antología de tu trabajo. Al releer tus textos, desde los más antiguos a los más nuevos: ¿Qué (te) podrías decir de esa trayectoria textual?
Arte-facta nace por una necesidad editorial como parte de un proyecto que incluyó viajes a diversos países, para lo cual la editorial Vallejo & Company hizo una selección de poemas que dieran cuenta de mi trayectoria. Fue interesante y a la vez complejo que las traducciones fueran a varios idiomas, por lo que hubo un trabajo a profundidad con diversos traductores.
Sobre la poética del libro, Arte–Facta es una muestra del rastro de mi obra hasta la actualidad que tiene el testimonio de su involución y evolución; permitiendo su lectura en otros idiomas, interpretaciones y coincidencias entre las diversidades geográficas. Un corpus en autopoiesis que sueña, desde la cosmovisión de sus derroteros escritos a través del tiempo, ante el juego eterno del lenguaje.

Back to top of page