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Reseña de libros

Sobre Celebración de Javier del Cerro

Por Carlos Sebastián Rodríguez

Celebración
Javier del Cerro

Prólogo de Thomas Harris y epílogo de Álvaro Ruiz
Pampa Negra Ediciones, Colección Pleamar, 2024.

Existe, como negarlo, la paradoja del poeta que debe encontrar su lugar en el mundo y muchos terminan haciendo del mundo su lugar, encontrándose a sí mismos en la observación del espacio que habitan, hoy nos convoca presentar el último poemario del poeta Javier del Cerro, de compartir esta celebración por la vida, este camino de múltiples recorridos que se reducen a un recorrido solo, el entorno, la grandiosidad de la naturaleza que es la vida misma, sin retoques, sin reparos, con los ojos suficientemente abiertos para captar un momento que lo envuelve todo, que se repite a diario pero que jamás es el mismo, cada día trae su propio afán escribía el evangelista, cada día trae su milagro nos canta el poeta que se hace instrumento para descubrir el mundo y celebrarlo, aquí se dibuja un paisaje, una pintura que está viva y se transforma, que pasa de nubes grises a soles que queman el horizonte, su entorno en las palabras se hace melodía, gesto de agradecimiento,  pero su canto va más allá de lo que sus ojos le muestran, casi se puede sentir cómo, pequeño ante la magnificencia del alba, el poeta se enfrenta al comienzo de la jornada, cierra los ojos y siente el universo entero, con el cuerpo, con las entrañas, en el oxígeno, diluido en las olas, granulado en la arena, frío como el viento del amanecer, poderoso como el rayo que ilumina la tormenta.

El poeta sabe que vivir es un privilegio, celebra el alba cada día, es un canto al triunfo de la luz sobre la oscuridad, del día sobre la noche, es una ceremonia entre el poeta y el mundo, un rito de agradecimiento al universo entero por existir, con sus pequeñas y grandes cosas, celebra su triunfo y encuentra su lugar, su pequeño trozo de paraíso y se entrega a él, lo vive, lo encarna, precisa su sombra y su nuevo resplandor cada madrugada, como si fuera el último lugar para abandonar de la galaxia, celebra porque sabe que es una batalla ganada, entiende que hay privilegios que no se negocian, que no se tranzan en mercados bursátiles, para este poeta la inmensidad del océano es innegociable, la felicidad de sus perros cuando corren por el mar es innegociable, la libertad es innegociable, y cuan diario de vida hace el ejercicio matutino de mostrarnos su mundo, su pueblo alejado de ruidos, su vida alejada del mundo, sus animales transformados en los mejores amigos posibles, y qué duda cabe que aquella “bendición” de estar presente y de encontrar aquellos momentos trae el costo de la lejanía y el desarraigo, por tanto también es un triunfo ante la soledad, que también debe celebrarse.

La estructura de este poemario se va tejiendo con las descripciones gráficas de momentos que son loados por el autor de manera que nos hace sentir el sabor de la sal del mar en la boca, la humedad de la espuma en los pies, el resplandor de los primeros destellos del sol en sus palabras, y en este despliegue de momentos sagrados que llenan el amanecer del poeta, van surgiendo sus seres queridos, sus entrañables, aquellos que le llenan el alma, y nos va mostrando como quien te deja entrar a su casa la vida de un poeta resuelto, que se ha perdonado, que se ha reencontrado así mismo, en un lejano pueblo de la costa atlántica, ahí medita, construye y modela su universo, su aldea, su casa del mar, junto a su amada y sus perros, el poeta celebra en sus cincuenta y tantos el privilegio de respirar, es el pasajero de esta nave que viaja por el cosmos y cada vez que mira el horizonte no olvida todos los caminos que anduvo antes de hacerse uno con su entorno, para vivirlo y celebrarlo en este poema que es como una obra de José María Velasco, un cuadro para mirar detenidamente.

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