Óscar Barrientos Bradasic: “Quiero seguir escribiendo, a cuenta y riesgo, sin importar mucho que el futuro a veces parezca kafkiano”
1. Viajes, aventureros, sujetos extraviados y relatos de aire clásico impregnan tu literatura. ¿Dónde se cocinó esa influencia y cómo?
Hay algo libresco y a la vez vivencial que gravita a través de toda mi literatura. De partida nací a orillas del estrecho de Magallanes, un lugar que ha sido semantizado desde diferentes abordajes, un hermano ancestral que veo todos los días. Desde la infancia tuve una fascinación por los relatos de aventuras, las novelas de peripecias, de capa y espada, de Salgari a Conrad, de Dumas a Sabatini, de Melville a Coloane. En algunas ocasiones me ha tocado navegar en diferentes circunstancias y esos fantasmas tutelares de la infancia vuelven a sugerir nuevas singladuras en mis sueños de escritor.
2. ¿Qué significa escribir desde el territorio austral?
Es un territorio privilegiado desde varios puntos de vista. Aquí convive el habitante con el poder de los elementos y todo tiene un aire fundacional. Para mí es un espacio donde puedo llevar una vida de vecino y aportar al contexto de la literatura chilena, modestamente, desde el extremo sur. Además de animar socioculturalmente mi ciudad.
3. ¿Cómo resistes la influencia de migrar al centro – capital cuando eres un escritor reconocido y es en la metrópoli donde se «mueve» gran parte de la «escena literaria»?
El reconocimiento en Chile a los escritores es tan vago y esquivo que al final uno nunca sabe qué significa realmente. Junto a un grupo de colegas hemos creado el Colectivo Pueblos Abandonados, que se propone una estrategia de descentralización del canon literario nacional. Me gusta saber que existen voces como Rosabetty Muñoz, Marcelo Mellado, Daniel Rojas Pachas, Cristian Geisse, Cristóbal Gaete, Mario Verdugo, Claudia Jara Bruzzone, Antonia Torres, Verónica Zondek, Rodrigo Ramos Bañados, que están produciendo una literatura reveladora y particular desde sus territorios. Hemos torcido la nariz al tránsito de Martín Rivas o de Carmela a la capital. Aunque no se trata de una controversia contra Santiago que también es una provincia.
4. ¿Podría tu personaje Aníbal Saratoga vivir, por ejemplo, en el norte? ¿Cómo sería?
Saratoga podría vivir en cualquier lugar donde hubiese mar, la costa chilena (que según Neruda es una universidad) contiene ese aliento salino y significativo que alimenta las fantasías desmesuradas de mi personaje.
5. En una entrevista, dices que el cómic te acerca a tu niñez ¿Qué elementos de ese género te provocan volver a esa etapa de tu vida?
Desde siempre leo cómic. Es otra forma de hacer literatura. Pensemos en tipos geniales como Neil Gaiman. Creo que en la narrativa la imagen puede ser una especie de cincel que modela el discurso. En lo personal, junto al ilustrador Mirko Vukasovic ya hemos hecho dos cómic (más bien novelas gráficas) con Saratoga de protagonista. Se llaman “Los fantasmas del viento” y “La balada de Cambiaso”.
6. Tu primer poemario lo publicaste a los 14 años (Espada y taberna, 1988) ¿Cómo lograste a esa edad encontrar una voz poética? ¿En qué ha variado esa voz?
Uf, son libros casi de infancia, cuando me alucinaba el siglo de oro español. Todavía me alucina, pero los años de formación universitaria, el crecimiento, los viajes, otras lecturas me entregaron elementos mucho más amplios que esos primeros balbuceos. Siempre fui un lector compulsivo. Quiero seguir escribiendo, a cuenta y riesgo, sin importar mucho que el futuro a veces parezca kafkiano, porque es mi respiración, mi júbilo inesperado, mi tabla de náufrago.