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Reseña de libros

Cayupán, de Karina Lerman, o la infancia del procedimiento

Silvia Castro

En 2019, otorgamos a Cayupán el premio de poesía del Concurso  Literario “Adolfo Bioy Casares”, certamen en el que fui jurado durante  muchos años junto con Susana Szwarc y Rafael Oteriño.

Esa fue la primera noticia que tuve de la escritura de Karina Lerman,  artista múltiple, psicoanalista, e inquieta gestora cultural. Sobre el fin  de la pandemia, Karina se puso en contacto conmigo para trabajar otro  libro, y en esos encuentros, en las singulares condiciones del  aislamiento obligatorio, compartimos lecturas, pareceres y también  experiencias personales muy significativas.

Karina creció en la pampa húmeda argentina, pero no le es ajena la  vivencia de quienes crecimos en Patagonia. Sus abuelos vivían en  Zapala, provincia de Neuquén, y estar con ellos suponía también  compartir parte de sus días de niña con infancias mapuches. Logró  fascinarse, con sus pocos años, con esas niñeces que la rodearon en  días de vientos fuertes, temperatura y sequedad extrema. Comparto  esa fascinación. Crecí jugando, como ella, con niños y niñas mapuches. Cuando dí clases en escuelas rurales patagónicas, eduqué infancias mapuches, con las que aprendí y me enriquecí.

Una condición frecuente en todo artista es esa particular sintonía con  el entorno, con la que se desarrolla una sensibilidad compleja, atenta,  que encuentra en el lenguaje una herramienta que se forja con esa  experiencia. Como ya se ha dicho mucho, la infancia es un momento  propicio para iniciar ese recorrido. Dice la narradora y cronista Hebe  Uhart,: “No se nace escritor, se nace bebé”. Y tiene razón, en parte. Hay  algo que sucede en las escuelas, en los hogares, en las calles de los  pueblos, que lleva a ciertas personas a encarar la tarea del arte, no monetizable y a un mismo tiempo imprescindible. Una tarea que  transforma las sociedades y las vuelve mejores, más sensibles, más  amorosas, más bellas.

Considero a Karina una integrante de ese grupo de personas, que con  el lenguaje -todos los lenguajes, porque Karina es artista visual- mejora  su entorno, que con su curiosidad lo hace visible y lo coloca en una

escena cuidada, notable. Y que luego lo comparte, lo da a conocer, lo  obsequia desinteresadamente.

En uno de los poemas de Cayupán aparece la siguiente pregunta: “La  ronda del idioma desata lo que se oye. Y entonces, ¿cómo entra el  mundo en nuestras bocas?”

Cuenta una leyenda mapuche que su dios Nguenechén hizo crecer el  pehuén en grandes bosques, pero al principio quienes habitaban esas  tierras no comían los piñones porque creían que eran venenosos.  Consideraban árbol sagrado al pehuén y lo veneraban. Los frutos los  dejaban en el piso sin utilizarlos. En años de gran escasez y mucha  hambre, marcharon lejos en busca de comestibles, pero todos volvían  con las manos vacías. Pero el dios no los abandonó, cuando uno de los  jóvenes que volvía desalentado se encontró con él, dijo:

– Hijo, de ahora en adelante serán alimento, como un don de  Nguenechén.

Es curioso cómo, a la luz del mensaje de esta leyenda, podemos hallar  en el libro de Karina Lerman pasajes que la invocan, y que responden a  esa pregunta acerca de “cómo entra el mundo en nuestras bocas”. Cito  apenas dos, a modo de ejemplo:

“El niño funámbulo parece trasvasar la espera con sus dedos. Lo  pequeño avanza de boca en boca.”

“Mi hermana menor pregunta: “¿es maná salido de la cordillera?”

El lenguaje es un árbol milenario de cuyos frutos nos alimentamos,  pero siempre nos acompaña la sensación de que algo de él nos es  negado, que hay un elemento sagrado que no está a nuestro alcance.  Sólo la poesía o los sueños permiten transitar su misterio.

“Pero lo soñado se desliza entre sus manos”, leemos en Cayupán. Para  el pueblo mapuche soñar y hablar sobre lo experimentado en sueños  es una práctica cotidiana, cada mañana se piensa la vigilia en sintonía  con lo vivido en el mundo onírico. Es un pueblo que puede detenerse en  umbrales que a otros les resultan hostiles: noche y día, infancia y  adultez, vida y muerte. El espesor que habitan es de una riqueza  envidiable. Sus días han sido, desde tiempo inmemorial, planeados y  vividos en comunidad, teniendo presente este filo de la experiencia:

“…Y la muerte que se hacía tan ajena, la pregunta en la boca, sin  infancia…” dice otro poema de Cayupán, tramitando esta vivencia tan  natural y ancestral.

Como casi todos los pueblos originarios, el mapuche es una minoría  oprimida, y sobre esta cuestión también encontramos en el libro  pasajes que testimonian con gran belleza:

“Alguna vez la historia dirá:

aquí hubo muerte,

tropel de colgajo humano.

Cosecha de sangre al jinete,

a la espuela, al cascote.

Ni presa ni cazadores -el marasmo

de todos- bajo la hoguera del desierto.”

“¿Quién hará la rogativa hacia la tribu de los míos?”

No se nace mapuche, se nace bebé. Pero mucha gente de la Patagonia argentina y chilena decide volver a sus raíces, tomando del arte y del  idioma los objetos mágicos para recorrer un camino del héroe que los  lleva a una edad de oro negada, a un sin tiempo anterior a la conquista,  a un paraíso perdido, pero siempre recuperable. La identidad mapuche  es dinámica, en constante reconstrucción. Poéticas como las de Liliana Ancalao, Viviana Ayilef, o Elicura Chihuailaf dan cuenta de esos  viajes al origen.

Otros artistas intentamos, como lo hace en este libro Karina Lerman, o  Patricio Guzmán en documentales como El Botón de Nácar, o quien les  habla en su libro La Selva Fría, un recorrido amoroso por esa  experiencia originaria, con el respeto de quien se adentra en territorios  habitados por otros anteriormente.

Por eso recomiendo la lectura de Cayupán, ahora reeditado por  Editorial Navaja, en nuestro hermano país, con el que compartimos  tiempos difíciles, pero también hermosas experiencias de arte y  militancia, que esperamos crezcan y se multipliquen, como las ramas  de un árbol milenario, siempre dispuesto a fructificar.

SILVIA CASTRO (Río Negro, Argentina, 1968). Publicó La Selva Fría (2006), Tura / Poesía Rubik (2012), Isondú (2014), Puelches (2018), Pisagua, editada en Argentina por La Gran Nilson (2019) y por Editorial Navaja en Chile (2021). En 2022 publicó Diario de Puelches, con fotografía de Jimmy Rodríguez.

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