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Relatos

peleas ilegales de monitos de monte

Desde que hice pública mi participación como ludópata en una pelea clandestina de monitos de monte, no he dejado de recibir presiones para desbaratar a esta organización criminal que está acabando con esta especie delicada y por naturaleza alejada de la violencia. Los muros exteriores de mi casa han sido mancillados por consignas animalistas (lugares comunes del panfleto) exigiendo mi verdad. Y esta es mi verdad sobre la pelea clandestina de monitos de monte. Mi amigo y abogado Jump Force me ha pedido que para este relato y para no entorpecer la investigación legal que se está llevando a cabo, obvie nombres de pueblos y ciudades, como también los nombres de los protagonistas de esta historia. Toda coincidencia es ajena a mi voluntad. Pero el nombre de esta tragedia es Bulma. Conocí a Bulma en un pueblo del Wallmapu una noche fría y atrapado en pensamientos sobre la muerte, mirando la Playa Sin Nombre. Ella me dijo: llora, y humedece con tus lágrimas mi vagina. Me enamoré, por lo mismo, ya no quería morir. Ella en ese tiempo organizaba carreras de guarenes con obstáculos, carreras que eran el divertimento y alegría de todo el pueblo que, para ponerle un nombre, llamaremos Gabrielamistral. En Gabrielamistral la gente era feliz con las carreras de guarenes y los amantes practicaban con más fruición las geografías de la carne después y antes de cada carrera. Qué buenos tiempos aquellos en que los gordos guarenes se daban vueltas de carnero sobre la Playa Sin Nombre. Bebíamos y comíamos, con cada coito que se ejecutaba en Gabrielamistral los bosques se llenaban de maqui y copihues, y nuestro amor se reflejaba en la naturaleza. Siempre el amor se refleja en la naturaleza. Y el odio también. El día que llegaron los pinos radiata lo hicieron con hombres que nosotros vimos crecer y ahora con cascos y chalecos reflectantes llegaban con plata y costumbres miserables. Quién los viera. Fueron ellos, que llegaron hasta Gabrielamistral talando bosque nativo, los que introdujeron las primeras peleas de monitos de monte. El monito de monte es un marsupial endémico del Wallmapu, come de todo y su caquita es un preciado abono para el bosque. Pero a estos malditos conchasdesumadre de las forestales eso les importa un pico. Las primeras peleas de monitos de monte desbarataron por completo a nuestras carreras de guarenes. Bulma en ese tiempo se enamoró del protervo Celulosa Arauco, quien manejaba una máquina para talar y procesar pinos radiata, una especie de tractor con un brazo mecánico con sierra y una boca de acero que cepillaba los troncos. Esa máquina era un monstruo. Y este maldito Celulosa Arauco era el que mantenía el monopolio de las peleas de monitos de monte. Peleas a las que todo Gabrielamistral terminó apostando. El día que me quedé solo en la Playa Sin Nombre con los guarenes corriendo para nadie, volví a fijarme en la muerte y a poner mis pensamientos en modo acantilado. Celulosa Arauco le compró un jeep a Bulma, yo la veía pasar rumbo a la caleta a comprar congrios. Ahora ese caldillo iba a ser para Celulosa Arauco. Ay, de mí. Me pasé una semana entera encerrado en la casa con tres docenas de damajuanas bebiendo el vino más amargo del Pacífico Sur, y sólo escuchaba Los Prisioneros y leía La Rama Dorada. No diré que lloré porque fue poco y tomé la decisión de entrenar mi propio monito de monte. Caminé tres días por entre los monocultivos hasta llegar al último bosque con maqui y copihues, señales inequívocas de la presencia de monitos de monte. Y logré atrapar uno. Los monitos de monte son sumamente pacíficos, pero si se les suministran dosis de moho que crece sobre la calavera de un hombre sin bautizar, se ponen cuáticos. Se vuelven unos homicidas. Sólo piensan en comerse la cabeza de su contrincante. Y en las peleas clandestinas es precisamente eso lo que pasa. Yo volví al pueblo y le dije a Bulma: Bulma, apostaré todo lo que tengo a este monito de monte, y si gano, el maldito Celulosa Arauco ya no te comprará más jeeps y tú serás la que me haga los caldillos de congrio. Ella me miró, escupió al piso, y dijo: pollo, esto no es de apuestas y peleas, ni siquiera trata de amor, mi iluso, ¿tú encuentras belleza en la naturaleza? ¿Por qué un bosque, por qué el mar, por qué una montaña deben de ser bellos? ¿No te angustia la inercia de las olas acaso? La gente que encuentra belleza en la naturaleza confunde lo bello con lo dado, y lo dado, sin conciencia, ignora su símbolo. La naturaleza es cruel y yo estoy contra la naturaleza. Estoy contra la naturalización de la belleza. Acelerar la extinción de una especie es lo más bello que puedo hacer con mi huella de carbono, me dijo. Yo no le creí porque la conocí en la Playa Sin Nombre y más ganas me dieron de echar a pelear mi monito. Llegué con una maleta hinchada de billetes. El puto Celulosa Arauco me miraba con su cara saturada de copetes caros y colesterol, de sus bigotes rancheros aún le colgaban restos de queso de la última pizza que se tragó. Me miraba soberbio y bufó al ver mi monito de monte. Yo le dije: Chirigüili (así le puse a mi luchadorcito), cómele la cabeza a ese mono culiao del Celulosa Arauco y tráeme de regreso a Bulma. Pagué 200, 100 lucas por el moho de calavera de hombre sin bautizar, moho que el Chirigüili se comió, agitó su cabeza, le sonaron sus huesos, y saltó a la lucha. Al primer aletazo el Chirigüili perdió un ojo. Todos los trabajadores forestales agitaban sus billetes y los veía jalar sobre sus celulares. También vi a universitarios burgueses que después de jalar hablaban en lenguaje inclusivo. Todos gritaban más que en final de Copa América. Los raund eran de dos minutos y uno podía volver a sacar su monito de la mesa donde peleaban dentro de una jaula esférica de vale-todo con otros dos monitos montados en mini motos que giraban entre la pelea. Los entrenadores les volvíamos a hacer comer moho a la fuerza para que volvieran a ponerse duros. El Chirigüili no aguantó el segundo round. El marsupial del maldito Celulosa Arauco tenía una llilet soldada a una de sus patas y faenó a mi monito frente a las carcajadas más crueles que he oído en la vida. Hice el ridículo y al Chirigüili le comieron la cabeza. Durante el momento que sostuve a mi monito sobre mis palmas y que esa poquita sangre en un hilo cayera al suelo, vi al Bulma besarse con Celulosa Arauco. Me dije: ya no tengo nada más que hacer en el Wallmapu. Y me vine a Chile. Y acá me enteré de que lo que hacían era ilegal. Esta es mi historia. No queremos más peleas de monitos de monte en el Wallmapu. No más represión para los ludópatas que ejercemos el oficio sin crueldad. Libertad a todos los monitos luchadores. Malditas forestales: ¡CAERÁN!

yo también tengo derecho a Jerusalén

   Esta es la historia de un amigo muy triste y yo no sé si contarla porque después andan puro diciendo que uno es cuentero, que de dónde salí y que a quién le he ganado para andar contando las historias que me pasan o que me cuentan, pero así me he ganado la vida en las cantinas de puertos que jamás pensé conocer, y ésta es la historia de mi amigo Jaime que se fue a conquistar Jerusalén por ti, por mí, por todos los compañeros:

   al Jaime se lo comió el tiburón de Cachureos. Fue de esos niños raptados del programa y sacados de pantalla por el tiburón. Todos los niños sabíamos que el tiburón de Cachureos era de la CNI y que el cabezón Marcelo tenía una mafia oscura y poco talentosa de corpóreos que introdujeron el flagelo del plagio y “la orgía de la mediocridad” en las poblaciones, y que con la llegada de 31 Minutos se fueron a la mierda, quebraron. El Jaime me contó que el tiburón lo agarró y se lo llevó tras las cámaras, él lloraba del susto, sabía que le tocaba desaparecer.

   -Pensé en que mis compañeros de la escuela me verían por la tele y podrían venir a rescatarme, pero la pura micro se demora más de una hora en llegar al centro, yo sabía que estaba perdido, me encomendé a mi hermana muerta y le pedí que ojalá no me torturaran tanto…

   Pero el Jaime salió libre del canal de televisión y regresó a su casa, era un caso extraño que un niño saliera vivo de ahí, pero su cara ya no era la misma, había cambiado de un porrazo, de un suácate, era siempre como una mala foto de alguien que no sabe dónde mirar, era como si la realidad le incomodara y no quisiera participar de ella, yo lo vi, le tiraba las fichas del tacataca en la cara y no reaccionaba, lo pinchaba con alfileres y nada, todo esto fue antes que un día de lluvia, esos días en que sólo los más ñoños van al colegio porque quieren jugar ajedrez y escribir en esquelas el nombre de las personas que les gustan, que el Jaime escuchó en boca del Orlando, el de melenita Nick Carter, decir que un satánico llamado Marilyn Manson se había sacado una costilla para poder chuparse a sí mismo la pichula, y ahí el Jaime cambió para siempre, se puso oscuro, pálido, triste, tenaz en su pena.

   Los años pasaron como un largo carrete de hombres jugando fifa plei esteichon.

   -Ahora no puedo dejar de chuparme el pico-, me dijo hoy por guasap, antes de volver a vernos después de muchos años. Al salir del colegio el Jaime invirtió en máquinas tragamonedas y en cigarros sin impuestos que cruzaba por Colchane explotando a familias venezolanas, así logró juntar la plata para sacarse parte del costillar.

   Nos volvimos a encontrar anoche en Olot, Cataluña.

   Me dijo que invirtió en puros negocios ilegales pero que nunca dio un paso tan grande como para que lo siguiera la PDI. Básicamente nunca se quemó. Le compró casa en Ciudad Satélite a su mamá, y como podía chuparse el pico a sí mismo no gastaba en actividades asociadas al amor. La autosatisfacción derivó en vacío. El vacío en la búsqueda. Y la búsqueda en pregunta. Y la respuesta a esta pregunta fue cristiana.

   Pero antes de la respuesta el Jaime se pegaba temporadas de turismo sexual en Asia, África o Centroamérica, le gustaba jalar merca en moteles, solo, escuchando parejas culiar. Y ahí chuparse el pico. El Jaime se sentía exitoso y con derecho a hacer cualquier güeá.

   El Jaime me contactó porque me seguía desde una cuenta falsa. Quería juntarse conmigo para contarme su historia. Soy como el Pablito Aguilera de la güeá, Pudahuel es mi radio. Me llevó esa noche a carretear con una novelista de Canarias, una pianista coreana, una traductora inglesa y un biógrafo argentino a un intento de plaza en un claro del bosque a los pies de Los Pirineos. Nos juntó para decirnos, mientras desplegaba un botiquín con sustancias:

   -Ustedes saben mi historia. Me comió el tiburón de Cachureos, trafiqué y me saqué unas costillas, recorrí el mundo chupándome la corneta, y los he reunido acá en Olot con un propósito, el de convencerlos de que también tenemos derecho a Jerusalén, pero que antes que me digan algo, porfa, pónganse esto debajo de la lengua y caminemos por el bosque un ratito.

   El Jaime se puso a llorar frente a sus mejores amigos que éramos nosotros, que comenzábamos a montar esos volcanes extintos como si fuéramos el ritmo de luces navideñas con canciones sintetizadas.

   Al finalizar el sendero, en un claro del bosque, el corazón, como una fruta madura, se me cayó. Como un diente podrido. El Jaime me dijo Juan, te llamé para que escribas nuevamente Jerusalén, Jesús me dijo que Jerusalén será de los flaites o no será, me dijo que hay que pasar de hablar en lenguas a escribir en lenguas para despertar el espíritu santo en la mente de las personas, ayúdame, te asegurarías un puesto en el cielo.

   Y le escribí al muy conchetumare toda una Jerusalén desde La Pintana, fui expulsado de todas las iglesias de la zona, mi palabra se consideró peligrosa y me trataron de matar sin darme trabajo en lo que para mí ya no lo era. Me quisieron anular y ahora aquí estoy, recién aterrizao en Lisboa y me iré en bicicleta a Jerusalén. Pero no alcanzo a hacer nada de esto. Apenas lo pienso la pobreza me lancea. Y me dice que no me alcanza para comprar parafina.

   Recuerdo lo último que me dijo el Jaime mientras ascendía al cielo cuando fue la segunda venida:

   AUNQUE TE DEPORTEN, AUNQUE TE EQUIVOQUES, CUANDO TE INSULTEN DICIENDO HIJO DE LA COME ESTADO, NIETO DE LA MOJOJOJA, ANÓTALO TODO, CARROÑA, CARREÑO, CARIÑO, yo me perdí la vida chupándome el pico, AUNQUE TE TRATEN DE AGUEONAO, mantén la calma, no te digo que te saques una costilla, CONFÍA EN ESTA FALTA DE GRAVEDAD PARA ESCRIBIR SIN PENSAR EN GANAR, que me escuchas amplificado mientras me lleva Jesús como a Vietnam o Stalingrado, recuerda que a nosotros también nos toca un pedazo de Jerusalén, que a nuestra facción algo de piedra o polvo que cubre sus calles nos pertenece, míranos, en pleno siglo 21 pensando que somos el cogollo del privilegio occidental y la historia facha se vuelve a repetir, es difícil coincidir en fiestas populares donde decir que la historia se repite, a veces tengo menos conciencia histórica que un minero del Teniente a quien le avergüenzan sus hijos ilegítimos, gente tuerca cabezona camionetas patonas y chupallas que imprimen videos, trancar en la medialuna todo esto, explicar lo que es Jerusalén en mi pasaje, hay biblioteca y pocos leen, y el tiempo me oxida como a la Ford f-100 de mi taita en Pichilemu, las monjas me dicen que no apunte con el dedo a los demás.

   Cuando Jesús, pedazo de Shen-Long, nos dio tregua a los casi mil años sin poder morir, nos pidió un representante de la humanidad que hiciera la petición de beneficios antes de ir al infierno, y el Jaime fue el elegido.

   Dios le preguntó:

   -¿Qué tienes que alegar a favor de la humanidad?

   Una performance, contestó el Jaime.

   Y ante dios comenzó a chuparse el pico, lo que provocó una implosión galáctica, hoyo negro, gusano temporal y que ninguno de nosotros existiera pero que aún así pasaríamos, vidas tras vidas, por un dolor transcendental, divino.

JUAN CARREÑO (Rancagua, Chile, 1986). Es escritor y ha publicado los libros: Compro Fierro (2010), Bomba bencina (2012), Ir a La Trinchera (2015), Oxicorte (2016), Budnik (2016), Punta de Lobos (2017), La Visión de los Tagadás (2019), Paramar (2019), Hombre Cero (2020), Neozona (2020), Ultrabiblia (2021), Exvotos (2022), Trópico Parafina y Mar vivo mar muerto (2023).

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