Fernanda Arrau Lorca
En un contexto caracterizado por un ritmo acelerado de la vida, nuevas habilidades que emergen asociadas a la lectura digital, así como a la automatización de diversas funciones cotidianas tanto domésticas como educativas, pensar en rescatar poesía para la niñez es casi un acto revolucionario, poético en sí mismo, cargado de cierto romanticismo. En este artículo te contamos un poco del rescate poético a través de tres antologías y de leyendas adaptadas y creadas, justamente, para presentar otra mirada a niños, niñas y mediadores, entre ellas, del uso que le damos hoy al ritmo y al paso del tiempo.
Antologías poéticas
Junto a Editorial Recrea libros asumimos el 2016 el desafío de acercar la poesía a niños y niñas chilenos. Pero para lograrlo, lo primero que debíamos hacer, era hacer una mirada profunda a todo lo que se había escrito en nuestro país, así como un recorrido de las letras y autores que se especializaban en poesía infantil (no eran muchas) o que estaban dispuestos a aceptar la invitación de escribir un poema para la infancia. Pero la tarea era aún más compleja: que los poemas, versaran sobre animales, juegos o el universo, tres tópicos infaltables en la literatura infantil. Y así parte el recorrido de tres antologías que han permitido recobrar con fuerza y vigencia, antiguas y nuevas voces de distintos protagonistas de la lírica chilena que acompañan el trabajo de mediadores y familias al momento de acercar la poesía a los niños y niñas.
Sumado a estos temas que dieron vida a Poemas que corren vuelan y nadan, Ronda de letras y Giraversos (Editorial Recrea libros, 2016), es que se invitó a ilustradoras a narrar desde las imágenes los poemas, elemento clave para lograr la cercanía que este rescate de la tradición lírica se proponía, la que hoy se encuentra en proceso de integrar nuevas voces, nuevos temas y publicarse en un formato visualmente más cercano a los niñas y niños de hoy.
Por qué la poesía
Esta es una de las preguntas que más surge en charlas y clases, y la respuesta no es simple. Pero lo primero que intento recordar a estudiantes y mediadores, es que antes de la palabra está el sonido, está el ritmo, está la imagen. Los símbolos y su trascendencia viven en la poesía, donde cada silencio y cada palabra, activan nuestra memoria emotiva, nos evocan la memoria de nuestros ancestros, las historias del mundo en que vivimos y cómo otros lo han recorrido antes que nosotros. Esas palabras, nos arrullan, nos cobijan, nos encantan, nos provocan. Esos versos, nos activan un sentir profundo, un lenguaje sin palabras en el que se comunican todas esas emociones arraigadas en nuestra conciencia, en nuestras emociones más antiguas. Y es desde ese sentir, desde donde nos acercamos sin fronteras al otro, donde permitimos que niñas y niños -y las personas en general-, se sientan parte de un todo, de un universo, de una humanidad, habitada por palabras. Leer poesía a los niños, aun antes que sepan hablar, es abrir puertas hacia una nueva forma de sentir, de percibir, de emocionarse, de leer el mundo, es ofrecer una relación íntima, personal y única, con las palabras, con lo que queda tras ellas, con lo que dicen y dejan de decir. Con los ecos que nos acompañan aún mucho después de terminar una lectura.
Y no hay mejor prueba de esto, que estar en un curso de estudiantes y hacer preguntas como: qué es la poesía para ti, de dónde nacen las ideas, de dónde surgen las palabras para escribir. Lo primero que dicen los niños y niñas siempre está vinculado con el amor, el cielo o lo desconocido, con la creatividad y la imaginación.