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Poesía

Nunca escuché al señor Simic o comerse a los antepasados aunque se hayan cambiado de nombre

“la historia no miente” o eso es lo que dicen
los que la escribieron / pero tanto en la historia
como en la poesía las personas han optado por
cambiar sus nombres como una forma de borrarse
en la sociedad que los está acogiendo ahora
o tal vez para no levantar sospechas extrañas de por qué
hay un extranjero en un lugar tan irrelevante como este
pero borrarse del mundo no es algo simple ni sencillo
mucho menos cuando eres el resultado de una lista de
personas que borraron sus nombres & se inventaron a sí
mismas nuevamente con otra mitología & otros sonidos
rastrearlas ya no es una opción / porque sería imposible
los nombres que las configuraban ya han perdido significado
lo único que te queda para dizque saber algo de ellas es
sentir que vuelves a ser parte de un nombre que no te pertenece
más allá de un plato de papas con cuero o una chanfaina bien
calientita / que la comes con gusto pero también con el miedo
de saber que en el fondo eso que haces es un acto de canibalismo

Yo sugerí la invención de un J.E. Adoum o clases para hablar en post-ecuatoriano

para aprender español
es necesario un poco de energía

para comprenderlo
hace falta mucha paciencia & múltuples fracasos

para hablarlo bien
es indispensable conocer otros países hispanos

pero no estamos aquí para hablar de lo español
mejor concentrémonos en eso que llamamos lo ecuatoriano:

ese ínfimo territorio kamikaze sobre una franja que no se puede ver
división de las divisiones de un continente divisorio que fue dividido

existen diccionarios que ejemplifican el habla coloquial
de este equinoccio con nombre de una línea que no existe pero que permanece

sin embargo, su idioma no es invisible
tampoco es un tiro al aire (¿o quizás sí?)

más bien es un presuroso eje de presuntas preguntas
que se esdrujulizan detrás de las montañas & sobre los mares

un lenguaje que funciona como gramófono averiado
post-incaico / pre-gringo / cuasi-hispano /
sub-grancolombiano / pseudo-peruano

la pregunta en realidad debería ser

¿se puede aprender a hablar en post-ecuatoriano
sin aún conocer lo que es el ecuatoriano neutro?

 

* Poemas tomados de Dämmerung [o cómo reinventar a los ídolos] (Ed. Liliputienses, 2019; La Caída, 2021).

thoughts of dead horse point state park

para bruce batts, in anti-memoriam

qué es realmente un punto ciego, qué es realmente la memoria
de un ciego, de un punto, de un parque o de un caballo, qué es
realmente un poema, qué soy yo, qué es lo que recuerdo de mí
mismo, ¿soy mis recuerdos, acaso?, ¿soy un acaso, recuerdos?,
busco siempre los puntos ciegos, ocultos, hermosos y tenaces,
porque solo desde ellos puedo observar, ser panóptico, cruel
o dinamita, solo desde ellos conozco mis limitaciones reales,
y acaricio, quizás, un sentido de pertenencia mucho mayor que
el de mis pasos, mucho mayor que el de mis palabras, porque
las cenizas esparcidas en el desierto son las dunas que miras,
y las ruinas que ves soy yo, yo y todos mis cuerpos, cuerpos que
han sido entregados por vosotros para el perdón de mis pecados,
para exhumación, distinción y recuerdo, porque este punto ciego
desde donde miro no me deja saber quién es el caballo muerto
que da paseos por las noches, sumando sus palabras a las mías,
en otro idioma, por su puesto, en uno que comprendo pero que
no domino del todo, en uno que me ata, cabizbajo e hirsuto,
cada noche, en cada nicho, en cada búsqueda de un sabueso,
en cada hueso salubre, en cada sabor a hueso, y que no huele
a residuos de memoria, porque lo que recuerdo de ese caballo
no es verdad, porque los caballos muertos son lugares en los
poemas, porque los poemas son caballos muertos que vagan
por los ríos, por los desiertos, por los parques estatales, por los
cielos estrellados, para encontrar algún rastro de sus cenizas,
y poder reconstruirlas, y armarse a sí mismos como los relatos
maravillosos que son, donde sus patas y sus crines tengan mil
colores, donde sus colores tengan miles de palabras, donde sus
palabras tengan toda mi ceguera, recuerdos, poemas y cenizas,
porque un caballo muerto es una canción en el desierto, pero
el recuerdo de un caballo muerto es el desierto de este poema

traveling across an imaginary texas

Entonces, miro el desierto, viento cadáver, carretera sin final,
terreno irresoluto, irascible e infinito, donde toda la verdad se
presenta a sí misma como una muerte sin fin, como un espiral
de arena, de sed, de destierros involuntarios, pero así me uno
y así huyo de ti y de mí, porque en el fondo lo único que he
querido ser es un columpio de mimbre perdido entre la arena,
aunque también he querido repensar lo que unos cactus o un
mar silente, lúgubre y feo, podrían significar en la vida, esta vida,
que se ubica detrás de un mapa que me guía pero me pierde más,
que me difumina sobre la tierra y que me dice que no existo aún,
que no importo en lo más mínimo porque soy lo mismo que otro
nombre cualquiera que se ha perdido y se ha convertido en otro
cesto de mimbre que sigue columpiándose sin cesar, sin cesárea,
y, entonces, me miro, búfalo sin ilusiones, esperando la caída,
y pienso qué más podría decirme el desierto que no trate sobre
el conocimiento de los cráneos que estoy pisando, de los cuerpos
que escapan de mi memoria, ave frágil, voz horrísona, porque
no hay manera de que exista el tiempo más que en el frío de mis
huesos, en mi piel roja quemada por un sol solitario, solipsista,
prófugo de la noche y de la palabra amanecer, amante disecado,
como yo y mis manos cansadas, como yo y mi jeta sin líquido,
como yo y este poema imaginario, como el desierto, mar sin
retorno, con olor a caballo y nopal, como yo mismo, mal de
todos mis males, que me muero sin saber por qué y que vivo
porque desespero en la búsqueda de una verdad, dibujada en el
brillo de la arena que destroza mis ojos, ojos, tan tiernos mis ojos

 

* Poemas tomados de Dämmerung [o cómo reinventar a los ídolos] (Ed. Liliputienses, 2019; La Caída, 2021).

Ceci n’est pas une fleur

Las señoras comenzaron a decirme los nombres de las flores que no veía, dándose el cruel deleite de interrogarme después sobre sus recientes enseñanzas.
(Alfonso Reyes, La cena)

Saber los nombres
de todas las flores del mundo
era una de las virtudes de mi abuela.

Yo nunca me aprendí sus nombres.
Hasta la fecha me confundo al pensar
torpemente en ellas.

Para mí
un geranio es un papiro sin color,
una begonia es un cuarto vacío,
un arupo es una canción inconclusa,
y una acacia una máquina de coser.

Mi abuela está decepcionada de mí
aunque no quepa de felicidad al pensar
que ya no juego fútbol sobre sus flores.

Ahora me quedo en casa
escribiendo sobre de las flores
que ya no piso y que confundo
con poemas que aún no pienso.

Mi abuela está feliz de que sus flores
existan en mis pensamientos, malamente,
porque la casa donde habitaban todas
ya no es una casa, es un cementerio
de rocas volcánicas, de oficinas para
tomar café y esperar a la muerte.

No hay más vailejos para hacer huecos
en la tierra, y sacar los gusanos y chanchitos,
y las raíces que no han muerto todavía.
No hay más manos que construyan
una casa para todas las flores
que mi abuela tenía en sus dedos.

Para mí
un girasol es un paracaídas sin arnés,
una margarita es una motocicleta averiada,
una buganvilla es un televisor sin volumen,
y un gladiolo es un arma blanca.

Mi abuela está tranquila
porque las flores que plantó están muertas,
y la casa donde habitó ya no existe.

Yo puedo estar tranquilo
porque mi flor favorita está muerta,
reposando en una maceta que no era maceta.

Mi flor favorita era un árbol que no era árbol.
Mi flor favorita era una flor que no era flor.
Mi flor favorita era un cactus, y los cactus se
mueren si uno los riega demasiado.

Cartografía inexacta

Ser un mapamundi.
Ser un país que no exista en el mapamundi.
Ser un país inventado.
Ser algún mapa que exista en algún mundo.

Soy un mapa que se cree país.
Soy un país que no cabe en un mapa.
Soy un dibujo dentro de un país.
Soy un dibujo dentro de un mapa.

Los mapas no son territorios habitables.
Los países habitables no están en los mapas.
El lugar donde habito no cabe en un mapa,
ni en un país, ni un territorio.

Quiero habitar un mapa imaginario.
Quiero imaginarme teniendo un mapa
que me guíe en este momento,
a mitad del camino de mi vida.

Reconozco
mi cabeza y mis ojos
gracias a mis manos.
Mis ojos son mis manos.
Mis manos quieren ser mi cabeza.

Mis ojos recuerdan un mapa
que tenía cuando era niño.
Venía en el álbum del mundial 1994.
Mis manos querían vivir en Yugoslavia.
Mi cabeza quería ser los límites de Yugoslavia.

Yugoslavia es un país que ya no existe,
al igual que su selección de fútbol.
Mi mapa se ha convertido
en un territorio habitable obsoleto.

Yugoslavia se partió,
al igual que mis manos.

El contorno al que llamé país
es ahora un mapa mental,
es ahora un dibujo donde
ya no cabe más realidad.

Mis manos son Yugoslavia.
Yugoslavia es un papel
que pensó que era un mapa.
Mis manos arrugan ese papel
y lo lanzan a la basura.

Quizá mis manos sean
el único país que me queda.
Quizá mis ojos sean
el único mapa que existe.
Quizá mi cabeza sea
lo único que lo habita.

 

* Poemas tomados de Breves escenas de irrealismo suburbano (La Caracola, 2023)

Juan Romero Vinueza (Quito, Ecuador, 1994)

B.A. en Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (Ecuador). M.A. en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Guanajuato (México). Fue co-editor de Cráneo de Pangea. Ha colaborado con las revistas: POESÍA de la Universidad de Carabobo (Venezuela), Jámpster (Chile), Transtierros (Perú), La Presa (EE. UU. – México), Elipsis (Ecuador) y La Ninfa Eco (Reino Unido). Ha publicado en poesía: Revólver Escorpión (La Caída, Ecuador, 2016), 39 poemas de mierda para mi primera esposa (Turbina, Ecuador, 2018; Ed. Liliputienses, España, 2020; Mantra, México, 2020), Dämmerung [o cómo reinventar a los ídolos] (Ed. Liliputienses, España, 2019; La Caída, Ecuador, 2021), que obtuvo la Mención de Honor del Premio Nacional de Poesía Jorge Carrera Andrade 2019 y lírica fracturada para traductores tristes (Municipio de Cuenca, Ecuador, 2021), que resultó ganador de la Convocatoria Editorial 2021 del GAD Cuenca en la categoría de Poesía. La primera antología de su obra es Ínfimo territorio kamikaze (Municipalidad de Lima, Perú, 2021). Compiló, con Abril Altamirano, Despertar de la hydra: antología del nuevo cuento ecuatoriano (La Caída, Ecuador, 2017), obra ganadora del incentivo de los Fondos Concursables 2016-2017, organizados por el Ministerio de Cultura y Patrimonio del Ecuador. Compiló y tradujo, con Kimrey Anna Batts, País Cassava / Casabe Lands (La Caída, Ecuador, 2017). Fue uno de los ganadores del Certamen de Ensayo Luis Alberto Arellano y su texto forma parte de Erradumbre (Mantis, México, 2021). Breves escenas de irrealismo suburbano (La Caracola, Ecuador, 2023) es su quinto libro de poesía.

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