CONJUNTO VACÍO DE VERÓNICA GERBER: VASOS COMUNICANTES ENTRE DESAPARICIÓN, VIOLENCIA E IRREPRESENTABILIDAD
Daniel Rojas Pachas
Introducción
El presente artículo analiza la obra Conjunto Vacío (2015) de la escritora mexicana Verónica Gerber. En el plano de la forma, mi lectura se enfoca en el estudio de tres elementos que configuran la estructura del texto: la fragmentación, los diagramas de Venn y la intermedialidad.
La narración que la protagonista ejecuta en primera persona es dispersa. La trama rompe la linealidad temporal y cruza una multiplicidad de discursos textuales y gráficos. A partir de estas estrategias textuales, Gerber edifica una historia que ha definido como una “máquina de desaparición” (en García Párr. 5).
El relato expone múltiples formas de desaparecer o ser invisibilizado y transcurre en Ciudad de México. La apabullante urbe opera como telón de fondo para Verónica y su intrahistoria.
A nivel de contenido, mi estudio prioriza los vasos comunicantes entre desaparición, violencia e irrepresentabilidad. Estas condiciones, presentes a lo largo de la novela, se entrecruzan y enriquecen la diégesis y lo que está explora en torno a la infancia, la memoria, el exilio, la violencia política, la reconstrucción de archivos, la salud mental y las relaciones interpersonales.
Gerber propone un diálogo entre estructura y contenido, de modo que no sólo importa lo que se enuncia, sino también el pasaje escamoteado, lo que se desconoce o calla. Lo inefable y el silencio encuentran en la experimentación textual y en la imagen, discursos supletorios y resonancias polifónicas.
Conjunto Vacío al transgredir los mecanismos tradicionales de la novela expone de forma abierta y desprejuiciada la desintegración de las relaciones familiares y de pareja, la personalidad de seres queridos desvanecida por la demencia u otras enfermedades que afectan la mente y la forzada desaparición ocasionada por la violencia que el Estado ha ejecutado en distintos lugares y periodos de la historia latinoamericana.
estrategias textuales que estructuran Conjunto Vacío
Conjunto vacío se puede definir como una obra experimental. Mi análisis se enfoca en tres estrategias textuales que la autora pone en escena: la fragmentación, la intermedialidad además del uso simbólico y narratológico de los diagramas de Venn. Estos recursos condicionan la diégesis y sus dimensiones: la práctica artística, la intrahistoria y la reflexión política. El resultado es un relato que profundiza múltiples acercamientos al tema de la desaparición.
La estructura contribuye a que el lector se interrogue sobre la irrepresentabilidad o el dilema de interpretar y revelar con palabras, el horror de la violencia latinoamericana pasada y presente. Otra dimensión importante son las consecuencias que la psique sufre al convivir con la idea de un familiar desaparecido, la fractura comunicativa con el otro y por último, la enajenación mental, que es otra manera de desaparición o desdibujamiento de la personalidad de un sujeto.
La fragmentación la podemos entender como un síntoma de la caída de los grandes relatos y una cultura que se construye a partir de lo periférico. Es una muestra de lo inabarcable de la realidad. Más allá de las pretensiones positivistas, la interacción con el mundo se haya escindida y fuerza al sujeto a mantenerse en un proceso continuo de semiosis e interpretación. El fragmento no está separado del todo, sino que desde un particular encuadre y porción revela que existe una unidad, de la cual sólo comprendemos una parte. La lectura de un texto fragmentario implica procesos de inferencia y una nutrida enciclopedia, además de una competencia capaz de establecer relaciones que trasciendan la pretendida unidad y autonomía del texto, pues la obra no se considera un hecho aislado sino en tensa interrelación con otras realidades. La fragmentación en palabras de Suleiman:
Implica una desestructura y uso de recursos parabólicos que impulsan al lector a desarrollar una competencia intertextual ante el fragmento y de ese modo completar el sentido de forma externa al contenido (468-489).
En el caso de Conjunto Vacío, el lector está llamado a desarrollar un trayecto que priorice la cita sin entrecomillado, las interrupciones programadas y el quiebre de ideas continuas o sometidas a un orden taxativo. El fragmento y el montaje atentan contra el pacto mimético y la armonía del relato clásico. El intérprete está llamado a establecer procesos dialógicos con un texto que funda una dinámica móvil, ambigua y exploratoria.
Por último, el texto literario no se puede considerar al margen de otros hechos textuales y extratextuales, sino en cooperación con ellos, articulando disciplinas, contextualizando datos y «tratando de dar sentido a elementos, situaciones y momentos históricos distintos, medios verbales y no verbales, literarios y de otras formas de discursividad»(2002:199-210).
La novela de Gerber expone desde sus primeros párrafos una construcción que se vale del detritus, la ruina y lo inacabado. En la cita que expongo a continuación, he destacado algunos semas que revelan el carácter de novela archivo o file, la actitud de coleccionista o acumulador del narrador personaje y un derrotero incompleto y destruido. Esto reafirma el valor del punto de vista de quien testimonia, el encuadre mínimo y la intrahistoria.
Mi expediente amoroso es una colección de principios. Un paisaje definitivamente inacabado que se extiende entre excavaciones inundadas, cimientos al aire libre y estructuras en ruina; una necrópolis interior que ha estado en obra negra desde que recuerdo. Cuando te conviertes en coleccionista de inicios también puedes corroborar, con precisión casi científica, la poca variabilidad que tienen los finales. Estoy condenada, particularmente, a la renuncia. Aunque, en realidad, no hay mucha diferencia, todas las historias terminan bastante parecido. Los conjuntos se intersectan más o menos igual y lo único que cambia es el punto de vista desde el que te toca ver (2015:9, énfasis mío).
La idea de obra negra comunica con un espacio en proceso, que está recién cimentándose y que no ha pasado de una primera etapa. Esto en Conjunto Vacío se presenta a nivel de enunciado, pues la autora siempre queda corta en su relato y debe complementar su discurso con elementos gráficos, intertextos visuales o mecanismos que desintegran el carácter expositivo del lenguaje, sea porque carece de los recursos expresivos, para entregar un mensaje explícito o porque aquello que refiere es tan complejo y doloroso que excede sus capacidades de representación, por ejemplo hablar de la muerte o la desaparición de su madre. Al hacer presente una ausencia, el fragmento cumple la función de poner en escena el ejercicio de recordar, la confusión y verdades ocultas o que las circunstancias han escamoteado.
Al analizar Conjunto Vacío, el concepto de intermedialidad cobra relevancia, ya que la novela no sólo expone el cruce entre texto e imagen, sino que también explora múltiples variaciones de ambos lenguajes: cartas, textos confesionales a manera de diario, juegos infantiles de palabras (códigos secretos), reflexión científica, e-mails, disgrafía, hojas de observación, simbologías, postales, ecuaciones, elementos geométricos, esquemas y diagramas de Venn, por nombrar los más concurridos. Respecto a la intermedialidad podemos señalar:
(…) conjunto de condiciones que hacen posible los cruzamientos y la concurrencia de medios, el conjunto de figuras que los medios producen al cruzarse, la disposición potencial de los puntos de una figura en relación con los de otra. La intermedialidad es el conocimiento de sus condiciones, de la posibilidad de múltiples figuras, de la eventualidad con que los puntos de una figura remiten a los de otra. La intermedialidad es también, entonces, un nuevo paradigma que permite comprender las condiciones materiales y técnicas de transmisión y de archivo de la experiencia en el pasado como en el presente (2009:64).
En cuanto a los elementos gráficos que la autora utiliza, los diagramas de Venn son los más importantes. Estos no sólo dan nombre a la obra, sino que como forma de representación y lenguaje matemático complementan el discurso escrito y contribuyen a la dualidad de una historia que transcurre en dos tiempos o como indica la protagonista, existen dos universos que se intersectan. El universo 1 remite al presente de una persona que habita México, específicamente su capital, una urbe inmensa y despersonalizada. Al ser una mujer joven, conocemos sus relaciones interpersonales, la importancia de su hermano, la otra mitad del conjunto, sus amigos como subconjuntos y sus fracturas amorosas, la escisión de unidades. Mientras que el universo 2 refiere al pasado que la conecta con la violencia de la dictadura Argentina, la que sufrió la madre del personaje. La desaparición de la progenitora se manifiesta como un vacío vital. Lo materno habita un punto intermedio e inaccesible.
El texto a partir de los diagramas enriquece el rol del sujeto testimonial y su voz femenina. Los conjuntos sirven como un mecanismo para representar vacíos emocionales, quiebres en la comunicación y la hondura de las crisis, sobre todo cuando se confronta una memoria llena de pasajes perdidos en un mundo dominado por imágenes y signos visuales de rápido consumo y difusión.
A nivel político, los diagramas de Venn acentúan la irrepresentabilidad o el dilema de interpretar y revelar con palabras el detritus mental de Verónica y su incapacidad de dar sentido a las arbitrariedades que la rodean. La autora establece con los diagramas una comunión con el pasado, gracias a las clases de aritmética de la niñez.
No hay mucha documentación al respecto, pero durante la dictadura militar en Argentina se prohibió su enseñanza en las escuelas. (…) Los diagramas de Venn son herramientas de la lógica de los conjuntos. Y la dictadura, desde la perspectiva de los conjuntos, no tiene ningún sentido porque su propósito es, en buena medida, la dispersión: separar, desunir, diseminar, desaparecer. Tal vez es eso lo que les preocupaba, que los niños aprendieran desde pequeños a hacer comunidad, a reflexionar en colectivo para descubrir las contradicciones del lenguaje, del sistema. Visto así, «desde arriba», el mundo revela relaciones y funciones que no son del todo evidentes (2015:91).
Este stock de imágenes se intercala con las reflexiones y memoria de Verónica. Los elementos intertextuales y fragmentos interceden frente a la incomunicación y las barreras con la alteridad.
los múltiples sentidos de la desaparición en Conjunto Vacío
La obra trabaja diversos sentidos de la desaparición y establece vasos comunicantes entre las historias de la diáspora, la situación de los hijos y padres de los exiliados, además de la salud mental de los afectados. Estas dimensiones confluyen en torno a un eje común, la violencia ejercida por el Estado. Considero importante entregar una definición jurídica y de derecho internacional, para comprender el terreno extratextual que la obra refiere. La Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas entrega la siguiente definición:
El arresto, la detención, el secuestro o cualquier otra forma de privación de libertad que sean obra de agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúan con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o del ocultamiento de la suerte o el paradero de la persona desaparecida, sustrayéndola a la protección de la ley (2012:78).
Pietro Sferrazza en su artículo “La definición de la desaparición forzada en el derecho internacional” desarrolla un completo estudio comparativo de diferentes aproximaciones al concepto. Sus fuentes son convenciones de carácter internacional y el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional. Este último documento, acorde al autor, reconoce que frente a la desaparición: “el crimen de genocidio, los crímenes de lesa humanidad y los crímenes de guerra (…) podrán ser interpretados y aplicados” (134-135).
Si bien en Conjunto Vacío ninguno de los protagonistas sufre directamente la desaparición forzada de uno de sus familiares, la obra remite al trasfondo de la dictadura Argentina y alude también a otros periodos de la historia continental, por ejemplo remite al caso de Chile y los detenidos desaparecidos.
Es importante considerar que la enunciación se realiza desde México, a través de una voz femenina, de modo que resulta ineludible la situación de las mujeres en Ciudad Juárez, así como las víctimas de trata de personas y los afectados por la lucha contra el narcotráfico en ese país.
La autora en una entrevista del año 2015 agrega: “Al pensar las consecuencias del horror de la dictadura argentina, se puede pensar en lo que sucederá con nuestro horror mexicano” (en Carbajal Párr. 4).
La primera mirada que la obra da en torno a la desaparición remite a los exiliados políticos. En ese apartado tenemos a Marisa Chubut y su esposo y los padres de Verónica. Un primer vaso comunicante lo establece el pasado de los exiliados y la reconstrucción de su trayecto. Verónica trabaja ordenando el archivo personal de Marisa Chubut, una artista argentina recientemente fallecida.
El ejercicio de ordenar documentos y trazar la conexión de los hechos, más allá de los pasajes escamoteados, guarda enormes similitudes con la operativa mental de Verónica y cómo su memoria opera ante la biografía de la propia madre, otra mujer argentina exiliada en México a causa de la dictadura de Videla.
Marisa(MX) empezó muchas veces una sola historia; eso me parece admirable. Muchos principios distintos sólo pueden ser sinónimo de muchos fracasos, de narraciones mutiladas. Eso es lo que Yo(Y) tengo, un listado de pedazos dispersos:
—Una maraña de conjuntos.
—Subconjuntos intercambiables.
—Intersecciones invisibles.
—Inclusiones temporales.
—Disyunciones repentinas (2015:110, énfasis mío).
El tema de la diáspora también comprende la historia de los hijos de exiliados. Alonso el hijo de Marisa es contemporáneo de Verónica y su hermano y al igual que ellos sufrió durante su infancia, producto del exilio de sus padres. Estos nodos entrelazan el presente de la caótica y violenta urbe mexicana, frente al pasado reciente de horror experimentado por los padres en Argentina, a causa de la dictadura. En cuanto a la familia de Verónica, este núcleo de relaciones se encuentra quebrado, falta un elemento en ese conjunto, la madre. Ella y el hermano tienen una relación de complemento frente a dicha ausencia. Mientras que el padre, implica otro tipo de abandono. El hombre es descrito como indiferente. Los dejó para formar otra familia y si bien provee dinero, la relación con los hijos es distante y está supeditada al humor de su nueva pareja. Además parece abstraído del pasado, al punto que no entrega a sus hijos información relevante para completar su historia en común y el destino de la madre.
Otro elemento ineludible es la relación entre el pasado y los espacios que habitan o transitan los exiliados y sus hijos. Alonso encarga a Verónica organizar la papelería de su madre. De modo diferido el joven está atado a un manojo de fotos, documentos y archivos que él desconoce. La historia de su madre está condensada en un estudio a partir de files que no se atreve a explorar, ruinas y colecciones de momentos que le superan y que paradójicamente debe organizar, la hija de otra exiliada. Verónica describe sus propias vivencias a partir de un caos emocional y mental semejante al archivo de Marisa.
Para ese momento, la habitación de Marisa(MX) se había convertido en una ciudad, las pilas de papeles eran los edificios y las calles el espacio que quedaba entre ellas. Me gustaba estar ahí. Repartí el tiempo entre ese Universo paralelo(UII) en el que convivía con la ausencia de Marisa(MX) y mi Universo(U) original, en el que convivía con la ausencia de Mamá(M). Me desplazaba del perímetro del búnker al perímetro de esa habitación (2015:96).
Al respecto Eugenia Argañaraz en su lectura de la novela nos dice: “En las obras hay personajes con un pasado que no pueden omitir, olvidar, que necesitan continuar reconstruyendo a partir de otros y de las acciones de otros en ese pasado” (339).
Los hermanos confrontan ese pasado familiar, en su relación con el departamento que habitan. Este espacio es nominado el bunker y forma parte de los elementos que en la novela encarnan el detritus.
Había intentado olvidarme de ese tercer piso. De sus cañerías tapadas, sus platos y vasos desechables, del lavadero en la azotea donde enjuagábamos las ollas y sartenes de vez en cuando, de los electrodomésticos fundidos y del baño vaquero al que mi Hermano(H) y Yo(Y) nos acostumbramos como si viviéramos en otro siglo. Había dejado de pensar en su inevitable aspecto de laboratorio de paleontología: los panales de polvo; la colección de esqueletos que alguna vez fueron plantas, clavadas en las macetas; las bolas de pelusa adheridas unas a otras formando extraños amortiguadores de peluche en las esquinas; los dibujos de cochambre en las paredes y techo de la cocina; la pátina gris de los vidrios, producto de infinitas capas de lluvia seca (2015:11).
El bunker también es referido por los hermanos como el departamento de la madre. A través de esta doble denominación, que remite al refugio y a lo materno, se edifica su valor explícito en la historia, aunque también resalta lo enunciado entre líneas. En primer lugar, se trata del espacio al cual Verónica se autoexilia tras el quiebre de su relación con Tordo. Busca resguardo en un espacio conocido.
El bunker haciendo honor a su apodo, se torna un lugar para sobrevivir a cualquier catástrofe, bombardeo o asedio. Sin embargo, por la descripción que la narradora provee, enfatiza también el abandono, la ruina y en especial el paso del tiempo a la par que reitera su estatus de inamovilidad, aludiendo a la situación de la madre y su desaparición: “La casa se quedó suspendida en el tiempo. Seguía tal como el día que dejamos de ver a Mamá(M)” (2015:11).
La desaparición de la madre: fantasmas y salud mental
Una de las dimensiones más complejas de la desaparición en la obra, se edifica a partir de la ambigua desaparición materna y las ramificaciones que este hecho guarda con la salud mental. Esta parte de la historia sirve de eje entre todas las dimensiones de la desaparición, pues la fragmentación del relato, la discontinuidad temporal y la desconfianza de la narradora, respecto a sus recuerdos, posicionan a la figura materna en un limbo. En el relato se indica que la madre quedó en un punto intermedio, en un espacio ininteligible entre el blanco y negro: “Mamá(M) encontró la forma de quedarse justo en medio, en un lugar donde nadie puede encontrarla” (2015:37).
Una lectura particular de la situación de este personaje, nos remite a la violencia del estado argentino y a la posibilidad de que su historia engrosara los casos de desaparecidos forzados:
A veces también hemos pensado que la historia de Mamá (M) tendría más sentido si pudiéramos ir a un lugar como la Plaza de Mayo a exigir que nos la devuelvan, a preguntar: ¿Dónde estás? Pero es absurdo porque no desapareció como los demás, ¿o sí? Es absurdo porque, si mi Hermano (H) y Yo (y) pudiéramos reclamarla ahí, no habríamos nacido (2015:103).
La narradora expone el contrasentido de este tipo de desaparición en el caso de su madre y complementa su relato con otras confesiones, como un recuerdo de ella trabajando durante el exilio: “Parece el mismo lugar al que entraba con Mamá(M) cuando era chica: los bibliotecarios malhumorados del sindicato de la UNAM” (2015:150). El pasaje revela que la madre estuvo con ellos en México, de modo que no pudo desaparecer en Argentina. La intención de esta parte de la diégesis es establecer una relación entre el estudio de la mente y lo fantasmático. Este tiene sentido al pensar en la madre de Verónica como una idea recurrente, una aparición o reflejo espectral de su personalidad: “Sus clases eran sobre psicoanálisis (…) a menudo aparecía ahí la palabra Fantasma (así la recuerdo: con mayúscula)” (2015:150).
Se anexan otros momentos que vivieron tras su llegada de Argentina que van indicando al lector el deterioro mental de la madre a partir de episodios paranoides, en que les comunica a sus hijos el estar siendo vigilada. Exilio y deterioro mental van de la mano en la obra, pues en la reconstrucción del archivo de Marisa Chubut, Verónica descubre que la actriz sufrió un severo ataque de pánico durante un viaje de regreso a Argentina. Esto ocurre cuando la actriz visita su antigua casa y confronta a los nuevos inquilinos. La mujer se desmaya y termina hospitalizada. La salud mental también es abordada a partir de la demencia senil de la abuela de Verónica. A este personaje lo conocemos cuando los hermanos retornan a Argentina de visita. En la búsqueda de respuestas sobre la madre se topan con un muro y una confusión de tiempos y personas que opera en la mente de la anciana.
Suplantaron conmigo la imagen de Mamá(M) que les hace falta. No me veían a mí sino a Coty, incluso mi Abuela(AB). Una tribu a la que le basta con llenar los huecos. En mi Hermano(H) todos ven al abuelo. Hay una suerte de superposición temporal. Nosotros somos el pasado. Ellos no cambiaron (2015:193).
En cuanto a la madre, la condición de exiliado es un hecho, pero la noción de desaparecido se amplía, ya que el lector puede reconstruir a través de pasajes e insinuaciones que su realidad es la de una persona que ha sufrido un deterioro mental, producto de complejas circunstancias vitales, entra las que se suman su divorcio y también la diáspora. La personalidad de la madre se desdibuja ante sus hijos, que ya no pueden verla del mismo modo, al punto que se convierte en un fantasma, un cuerpo presente, pero una mente que ha perdido la conexión con la realidad, entregando otra lectura a la presencia de una ausencia.
Pero los fantasmas están en el pasado. O vienen del pasado. Aquí no hay fantasmas.
DESAPARICIÓN __________ X
APARICIÓN __________ FANTASMA
Para encontrar la palabra secreta, la que nos hace falta, hay que despejar X.
El búnker (o Mamá(M)) es la incógnita X.
Hay cosas, estoy segura, que no se pueden contar con palabras (2015:153).
La obra con su alto nivel de fragmentación y hechos que se suceden de manera no lineal, empuja al lector a ordenar la secuencia cronológica y establecer nodos entre situaciones dispersas, la naturaleza del bunker, la situación de la madre, la conexión con Argentina. Otro ejemplo son las cartas entre Marisa Chubut y el misterioso S que comienzan a aparecer en el relato mucho antes de que se nos comunique que Verónica está a cargo del orden del archivo documental de la otrora actriz argentina. El lector debe inferir que relación guardan esas epístolas con la diégesis principal. Del mismo modo la obra termina con un final abierto que invita a una circularidad, a un eterno retorno que es imposible de sortear. Se trata de una pregunta sin respuesta, inacabada e imprecisa, como el paradero de los desaparecidos y en la novela, la peculiar situación de la madre: “Y si no empieza y no termina, ¿entonces qué?” (2015:210).
Se refuerza la noción del desaparecido, enunciada desde las primeras páginas. La ausencia es un cordón flotante que se mantiene transversal al caos que determina la sucesión de los hechos. Se prioriza la idea de que la pérdida de un ser querido, del cual se desconoce su paradero, congela el tiempo y se mantiene como una herida abierta.
La escena final del libro también alude a lo fantasmático, una aparición o idea que retorna de manera obsesiva, acosa a los personajes y al volver, acentúa la carencia. Se reitera la circularidad de un hecho que no se puede exorcizar, pues al no existir una certeza del paradero o las causas de la desaparición, se refuerza la noción del tiempo detenido, la historia truncada.
Argentina está muy lejos, otra vez.
Ni bien dejamos las maletas en la entrada del búnker, se estuchan ruidos en la cocina.
Mi Hermano(H) y Yo(Y) resoplamos al unísono.
Me asomo, le hago señas para que venga a ver.
Nos miramos.
Cómplices.
Escépticos.
Es el ruido de la escoba y el recogedor.
¿Mamá(M)?
Está barriendo una taza de café rota.
En un pedazo se lee:
STILL
Los demás fragmentos son ilegibles (2015:211).
La historia se desdibuja para el lector al igual que lo hace para la protagonista. La memoria es frágil y escurridiza y los hechos se superponen borrando otros momentos. La suma de documentos y testimonios se entrecruzan ante un mismo hecho, la desaparición de la madre. Si pretendemos como intérpretes fijar un orden lineal, podríamos entender que Verónica y su hermano al regresar de un viaje reciente a Argentina y retornar al bunker, vuelven a confrontar el fantasma de la ausencia, la última imagen de la madre dejando caer la taza.
El objeto aparece atado a un recuerdo eternizado. Se trata de una imagen que permanece estática, y que provoca un paralelismo entre el fragmento de memoria y la pieza que tiene estampado el lema still, en inglés: quieto o congelado. A partir de ese momento todo se desfigura, reiterando el poder que establece la presencia de una ausencia y la paradoja de habitar un entre, una incertidumbre o limbo inaccesible que ratifica lo inefable y los límites de la comunicación.
Conclusiones
Mi análisis prioriza el diseño de la obra y los vasos comunicantes entre las múltiples dimensiones que la novela presenta con respecto a la desaparición. En cuanto a la estructura y lo intermedial, la novedosa forma en Gerber entrelaza texto e imagen estimula la experiencia del lector ya que no sólo complejiza y enriquece el diálogo con la obra, sino que en una cultura de lo visual, se suma un elemento lúdico y sensorial que excede la palabra. Sin esta composición peculiar la historia que enfrentamos sería bastante sencilla y lineal, un relato intimista sobre las diversas pérdidas que afrontamos y que nos resultan incomunicables por la violencia que entraña el tema de los exiliados y los autoexiliados y por el fracaso que revelan las relaciones truncadas o ciertas esperas que no se verifican. También el rol de la madre perdería profundidad sin la interpelación de los diagramas y su estatuto ambiguo, capaz de hacer polisémico el drama, abierto en sus connotaciones y desprejuiciado en su posicionamiento político, pues la obra no tiene una carga partidista o panfletaria, sino humana. Lo materno en la novela es el núcleo de la desaparición y un eje que va vertebrando diversos rostros de la pérdida, desde las abuelas de la Plaza de Mayo a los familiares de detenidos desaparecidos en Chile, que persisten en la búsqueda de sus familiares a través de desiertos, además están los violentados en México en diversos periodos de la historia y la salud mental como una consecuencia ineludible de la diáspora y la desintegración.
En cuanto a la fragmentación y el montaje, debo destacar la función de estos mecanismos narratológicos como parte del diseño de los discursos de la posmodernidad, en Conjunto Vacío tenemos un sujeto escindido que sufre una fractura en sus relaciones con el otro, consigo mismo y su intrahistoria. En tal medida, los metarrelatos o certezas históricas, metafísicas, religiosas, sociales, económicas y familiares que podrían ayudar a afianzar la identidad, se muestran en este libro puestas en crisis y desprestigiadas, por tanto confrontar el sentido o su ausencia, no implica emprender un camino recto y un orden lineal.
En la literatura hay que añadir, que este ejercicio de auto reconocimiento, de interrogarse e intentar representar un trayecto vital, ahondar en la mente de alguien o comunicar lo inefable: el dolor, la pérdida, tiempos que se cruzan, el encierro y lo recóndito de la memoria, no ha sido jamás una búsqueda recta y sin desvíos, pensemos en Marcel Proust, James Joyce, Virginia Woolf, Jorge Luis Borges, Bruno Schulz, Juan Carlos Onetti o Clarice Lispector sólo por nombrar algunos contemporáneos, porque igualmente podríamos remitirnos a voces clásicas como Cervantes, Rabelais, Laurence Sterne y Thomas de Quincey. Esta obra explora los derroteros de lo inefable y edifica un relato desafiante y actual, capaz de exponer su mirada del mundo con valentía e interrogar al lector, respecto a los múltiples rostros de la desaparición y la violencia en Latinoamérica.
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