Aterrizaje de la primera parte del sueño púrpura
Camila Requena Silva, editora de Paso Habilitado
Y hemos llegado, queridxs míos, a la última edición de esta primera temporada (porque esto no se acaba aquí) de la revista digital de literatura latinoamericana Paso habilitado.
Ser parte de este proyecto que surge desde un tráfico literario transandino que viene gestándose desde ya hace varios años, ha sido sumamente enriquecedor, tanto a nivel lector como del desarrollo del oficio editorial, ya que por nuestras manos han circulado sobresalientes textos de literatura latinoamericana que “dialogan en lengua franca” por lo que me contenta saber que esto no para.
Como parte de este proyecto, encargada siempre de la parte púrpura (de lo que estoy muy agradecida porque cuesta tener cabida en espacios públicos activados por hombres) y en coherencia con nuestra línea editorial, procuré activar y traerles lecturas que “evidencian crisis, generen tensiones y movilicen” porque nuestras estudiosas feministas siempre nos traen a colación experiencias que nos atraviesan a todas, las mismas lanzas que nos duelen y aquejan, de modo que estos textos se transformen en insumos para movilizar sentidos y facilitar así el tráfico de contenidos. Urge que todas estas reflexiones que nos traen feministas de Chile, Argentina y México sean trasladadas y puestas en la mesa, aprovechando toda ocasión y contextos, ya que en estos tiempos convulsos de capitalismo brutal nos necesitamos todas, todos y todes. Nuestro álgido tiempo ya no da para conversaciones infructíferas de por ejemplo, con feministrómetro en mano, evaluar cuál feminismo es el más feminista o legitimar una lucha por sobre otra, avancemos mejor en generar espacios comunitarios donde poder armar la resistencia al sistema que todo lo devora y, para esto, creo que es imprescindible y necesario el diálogo desde la conciencia de género y los cuidados para procurar sostener la vida en territorios y prácticas más fraternas e igualitarias y desde allí resistir y persistir. O como lo declaramos en nuestra línea editorial: “darle tiraje a la vida”.
Tal como lo señala la frase “lo personal es político” no podemos negar (ya a esta altura) que estamos atravesados por miles de violencias estructurales que a veces pasan inadvertidas hasta que se empieza a mirar la vida con lentes violetas, como bien lo señala el valiente texto de Marcela Robles, Psicoterapeuta en Centro Interdisciplinario de la Mujer (CIDEM), quien en la edición cinco nos regala el testimonio de su camino por la senda del feminismo y todo lo que le ha conllevado trabajar en un ambiente donde se trabaja desde el enfoque de género. En este mismo sentido, en el párrafo cuatro podemos leer “Hoy, para mí [el feminismo] es mucho más que tener las mismas oportunidades y respeto… es una invitación a poder mirarse y mirar también la propia historia”.
¡Gafas violetas para todxs! porque “destruir el patriarcado beneficia a todo el planeta”, cantan Ketekalles en mi playlist (en este mismo momento en el que escribo. El feminismo es para todxs, es una necesaria forma de actuar y existir en el mundo, y al contrario de lo que muchxs piensan, no hay que ser eruditx sobre esta corriente filosófica para denominarse como tal. He sido testigo de tantas adolescentas que me dicen, con tanta inocencia: “no sé que es ser feminista, pero me gustaría serlo” y yo le pregunto: ¿Te da rabía que tu papá haga menos en casa que tu mamá? o que asumas que te tienes que depilar porque de lo contrario te juzgan y lo tachan de feo. Si tu respuesta es sí, pues eres feminista. Muchas autoras se refieren a estas intuiciones “feminismo intuitivo”, tal como lo señala María Galindo (2022): “responde a una decisión existencial y a una lectura directa y vivencial de su cuerpo, de la calle, del barrio, de la cárcel, de los juzgados, del desempleo […] cuyas protagonistas son voces silenciadas, sin foro, ni micrófono”.
Pues es este feminismo intuitivo el que necesitamos para conectarnos y aglutinarnos como cuerpo actuante. Abrir espacios y foros que otorguen reconocimientos y escucha horizontal para así identificar el punto de dolor, de la rotura, de los pliegues. Es la posibilidad de construir nuevas formas de habitar(nos), tal como lo plantea Kekena Corvalán, docente, escritora y curadora feminista, quien dice “Quizás, venimos a latir desde una estética de lo roto, lo estallado, lo fisurado, lo que tenemos, para empezar a reparar, y salir desde allí. En este texto que está disponible en la edición siete de nuestra revista, la docente argentina nos comparte sobre La curaduría de lo afectivo, de la cual me quedo con la pregunta sobre los empeños de todos los espacios comunes que habitamos “¿Cómo procurarnos artefactos comunes de abrigo, alimento y memoria para reparar fracturas y quiebres? ¿Cómo reparar? ”.
Abrigo, alimento y memoria, todos conceptos que devienen de lo comunitario, de lo instaurado y socializado. Siempre trastocados y en disputa, por supuesto. ¿Y qué herramientas son con las que nos jugamos y disputamos los espacios para procurar construir artefactos comunes que nos apapachen entre tanta hostilidad y violencia a nivel estructural? Desde los espacios que habitamos nuestras luchas con otras compañeras, creemos que es imprescindible la mejora constante en nuestras prácticas, aprender, capacitarnos en distintas áreas y sabernos que el feminismo debe ser interseccional, es decir, tener en cuenta e incorporar las múltiples e interconectadas formas de opresión y discriminación que enfrentan las mujeres e identidades subrepresentadas. Tal como nos refiere Kekena: “Decimos que, así como están los materiales, importan y mucho las herramientas. Porque la reparación es una estrategia tecnológica de transformación, y las herramientas son imprescindibles. Entonces, una vez más, volviendo a la Haraway, importa con qué herramientas reparamos y con qué herramientas pensamos las herramientas y las reparaciones. La meta herramienta también importa”. Necesario es pues, cuestionarnos sobre cómo esas herramientas moldean y mediatizan nuestras acciones transformadoras, hay mucho que conversar, mediar y aprender.
Nuestro llamado entonces, en este pliegue llamado revista Paso habilitado, sea un espacio para plasmar insumos que nos permitan llevar a cabo instancias de diálogo constructivo en los territorios que habitamos, mucho más allá de las fronteras y pasos establecidos.
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