“La relación entre mi poesía y la política está dada desde la sensibilidad hacia las voces silenciadas”
La creadora (1980) estuvo recientemente en la región en el contexto de la cuarta versión del Festival de Poesía Transfronteriza Matute, y en la siguiente entrevista desarrolla sus temas predilectos: la creación, el feminismo y la política cotidiana para crear una sociedad más justa.
-Nos gustaría que nos contaras tus inicios en la literatura.
Desde muy niña tuve especial fascinación por las palabras. En el colegio me deslumbré con los primeros libros, y los autores que nos daban a leer en básica, entre ellos Edgar Allan Poe y Cortázar, lecturas que me impulsaron a intentar mis primeros cuentos; en cuanto a la poesía, los primeros poemas que leí fueron los recogidos en una antología que encontré en casa, recuerdo la musicalidad de “Tarde en el Hospital” de Carlos Pezoa Véliz, o “A Margarita Debayle”, de Rubén Darío. Subía por las tardes a un árbol, en donde encontraba tranquilidad para releer y memorizar poemas, por puro gusto. Era una niña “ñoña” y me sentí incomprendida durante toda la adolescencia; hasta que encontré a mi “tribu” en los talleres literarios del entonces Balmaceda 1215, actual BAJ en Estación Mapocho. Y desde ese taller de Mauricio Redolés en el que conocí al entonces igual de joven Raúl Hernández, y por su intermedio pasé también a ser parte del eterno taller de la querida maestra Paz Molina, que dictó durante años todos los jueves en la SECH, en donde compartí con HH y los demás jóvenes poetas del Santiago de entonces, pares de quienes aprendí mucho, y con quienes comparto antología en Desencanto Personal: reescritura del Canto General, bajo la guía de Javier Bello, y un generoso prólogo de Raúl Zurita, publicado a inicios de los 2000 por Cuarto Propio, con la colaboración de Fundación Neruda y convocades como ex alumnes por BAJ.
-Perteneces a una potente generación de poetas chilenos que a fines de los noventa e inicios de los dos mil dio bastante que hablar por la fuerza de sus textos. ¿Podrías contarnos un poco de esa experiencia?
Se me consideró en un par de revistas literarias de entonces—Rocinante, Cierto Pez, y alguna otra— como parte de “una nueva oleada de poetas mujeres de los 2000”, junto a Gladys González, Eli Neira, Carolina González, Pascuala Ilabaca, y otras. Pero, a diferencia de ellas, yo nada más había publicado por entonces algunos poemas en aquella antología y en un librito colectivo llamado Inclinación al deseo y al caos, junto a otras dos compañeras de los talleres Balmaceda, auto-publicado gracias al Fondo Mustakis para Jóvenes Talentos.
En ese tiempo no existía la cantidad de editoriales independientes que hay en la actualidad publicando poesía. Cada poeta joven soñaba con publicar en LOM, Cuarto Propio o en la naciente editorial Ediciones del Temple, extinta hace un tiempo ya, y para de contar. Entonces, yo aún no publicaba mi primer libro individual (Hystera Hystrión: útero máscara), el cual me encontraba trabajando temerosa e insegura tras un rechazo editorial, que fue la primera y última tentativa de publicar en muchos años. Vine recién a publicar ese libro en 2015, a mis 35, tras ganar un fondo del libro en 2014 con ese texto que mantuve oculto por más de una década, alejada del ambiente literario santiaguino, al que retorné entre los años 2011 y 2016, y del cual me volví a retirar hacia la provincia, en donde vivo tranquila desde entonces a la fecha.
-A nivel general, ¿qué referentes poéticos has hecho tuyo?
Ese primer libro Hystera Hystrión: útero máscara da cuenta de mis primeras lecturas adolescentes, sin disimulo ni pudor, están ahí los poetas malditos, en especial Baudelaire, Rimbaud, y hasta Byron, lecturas tan típicas de esa etapa depresiva y oscura del ciclo vital. Y por supuesto, está ahí, ocupando un sitial destacado, Alejandra Pizarnik junto a su Condesa Sangrienta. En las notas narrativas del libro, escritas más mayorcita, hay influencia de Mario Bellatín.
En mi segundo libro que tiene un contenido más social, cuyo título surge de Valle Inclán, está presente otra de mis amoras de adolescencia, Violeta Parra, y persiste con fuerza Rimbaud. Hay una búsqueda en la visualidad que se la debo a la lectura de Juan Luis Martínez; y está también Elvira Hernández que escribió la contraportada de mi “Esperpéntica”, y generosa presentó mi siguiente libro Ruleta Rosa.
En Ruleta Rosa están también presentes Gonzalo Millán, Jorge Teillier, y hasta Neruda, este último desde una mirada crítica. Y también lecturas feministas como Silvia Federici, a quien tuve oportunidad de regalar un poema durante su visita a Valparaíso.
En mi último libro, Mater- Nación, están presentes otras maestras. Carmen Berenguer en su prólogo, pero también con las lecturas de sus libros que me han marcado como su Naciste Pintada y en uno de los acápites del libro comparto la temática de su reciente libro Plaza de la Dignidad. En ese libro, que ganó un certamen de poesía feminista en España, están en cierto modo todas las poetas que nos preceden; pero explícitamente en los poemas hay citas a Anne Sexton sobre su experiencia de aborto, Gabriela Mistral, Rosario Castellanos, Winnet De Rockha, Stella Díaz Varín, Verónica Zóndek, Rosabetty Muñoz, Teresa Calderón, y hasta la joven Anaîs Lua, talentosa poeta que participó en el ciclo Poesía en Toma, que promovimos desde el colectivo Territorio Feminista, y en el libro homónimo que edité en 2019, y que pese a su juventud ya no está en el plano físico entre nosotras. Dedico también en Mater-nación también un poema a Rosa Alcayaga, compañera en la poética feminista y documental, que también pertenece al mencionado colectivo.
-¿A qué poetas de la inmensa tradición chilena consideras fundamentales en tu labor creadora, tus principales influencias, si se quiere? ¿a qué poetas chilenos, vivos o muertos, lees?
Todos son fundamentales, trato de leer lo que más puedo poesía chilena, y disfruto los versos de los más variados estilos. Desde nuestros puntos cardinales, que son De Rokha (y su familia), (les 2) Parra, Mistral, Huidobro y Neruda, a los actuales compañeros/as de ruta, pasando por Lihn, Teillier, Millán, Juan Luis Martínez, Humberto Díaz Casanueva, Gonzalo Rojas, Stella Díaz Varín, Victor Jara, Aristóteles España, Alicia Galaz, Armando Uribe, Elvira Hernández, Carmen Berenguer, Rosabetty Muñoz, Verónica Zondek, Cecilia Vicuña, Alexis Figueroa, Pepe Cuevas, Ximena Rivera, Malú Urriola, y tantísimos más. Hasta llegar a los poetas de mi generación, que es mucho más vasta que aquellos denominados en los dos mil “los novísimos”, y por supuesto, de las generaciones de poetas más recientes. Trato de leer harto y escuchar, escucho atenta, me encanta escuchar lecturas de poesía, podría pasar días enteros escuchando poemas, y lo he hecho con gusto. Admiro lo que han hecho y/o hacen las generaciones anteriores y también lo que están haciendo les más jóvenes, pero no quiero mencionar nombres, porque en esas listas siempre nos quedamos cortos y eso puede ser hiriente e injusto. Y este país ya lo es en exceso, en especial con sus poetas, como para que lo seamos entre nosotres.
Política, feminismo y poesía
-Eres abogada. ¿Qué vínculos podrías establecer entre la dimensión jurídica y la poesía?
Con los años he ido pudiendo hacer conexiones interesantes y cruciales gracias al feminismo. Desde Esperpéntica que parte cada acápite con un poema visual relativo a normativas patriarcales, como del Código Penal o La Biblia, y que en el fondo trata de todos los tipos de violencia que sufren los cuerpos individuales o sociales; hay ahí también una crítica a la normativa con la que crecí, y que me tocó incluso estudiar horrorizada, en la cual existían diferencias entre hijos legítimos e “ilegítimos”.
En el Ruleta Rosa, la conexión es también patente, ya que trata de casos reales de femicidios que son la cúspide en la pirámide de la violencia hacia las mujeres. Cuando lo escribí aún no se reformaba la legislación al respecto, incluí casos que la ley de entonces no consideraba “femicidios”, tales como asesinatos a trabajadoras sexuales o a “pololas” o parejas sin previa convivencia.
El Mater-Nación también está relacionado con el derecho, puesto que trata de las luchas reivindicativas feministas, en especial de los Derechos Sexuales y Reproductivos, entre ellos el tema del aborto que aún no está despenalizado en nuestro país. Las mujeres que abortan sin estar comprendidas dentro de las famosas tres causales son criminalizadas. Y esas causales, aunque representan un “avance”, no son suficientes. En estos momentos en los cuales las extremas derechas y los fanatismos religiosos están ganando terreno en el mundo, los movimientos sociales deben procurar no solo seguir avanzando en el reconocimiento de los Derechos Humanos de los grupos más relegados históricamente, sino que defendiendo las reivindicaciones que tras siglos de lucha hemos ido consiguiendo.
-Siempre has mantenido un diálogo con el feminismo, desde antes de la irrupción potente de la cuarta ola: ¿Cómo se fue gestando ese vínculo? ¿En forma orgánica o más deliberada, intencionada?
Mi conexión con el feminismo se gestó de manera intuitiva, en mis propias vivencias y percepciones personales. Desde lo visceral, mis experiencias cotidianas y mi propio cuerpo actuaron como catalizadores para cuestionar las dinámicas de género y las inequidades que presenciaba a mi alrededor. Esta conexión inicial con el feminismo fue una respuesta espontánea a las injusticias que observaba, una respuesta desde el sentir, la empatía y la rabia ante las injusticias históricas y presentes. Por ejemplo, en mi primer libro Hystera Hystrión escribo acerca de la pintora Artemisia Gentileschi, contemporánea a Caravaggio, que fue violada por su maestro Tassi y su fantástica obra, relegada a la invisibilidad.
Con el tiempo, este diálogo se fue transformando y enriqueciendo a medida que me adentraba en el estudio de la teoría de género y me sumergía en lecturas feministas. Es un proceso de aprendizaje continuo que nos va proporcionándonos un bagaje teórico cada vez más profundo para comprender y articular las problemáticas que aquejan no sólo a todos los cuerpos feminizados, sino a la sociedad completa, incluyendo a las masculinidades. Soy una convencida de que el feminismo es para todes, como bien señala Bell Hooks.
-Me gustaría que te explayaras en la relación poesía y política, puesto que tu trabajo siempre ha dialogado con lo que tiene lugar en la realidad, en lo que acontece en la sociedad, convirtiéndose siempre en una poesía crítica, atenta a los dispositivos que reprimen o invisibiliza al otro o la otra.
La relación entre mi poesía y la política está dada desde la sensibilidad hacia las voces silenciadas y las injusticias sociales, desde una óptica que fusiona mi experiencia personal, matizada por la teoría de género y los feminismos.
Obras como Esperpéntica, Ruleta Rosa o Mater-Nación, han sido un intento deliberado de entrelazar la poesía con la denuncia social, como una especie de poesía documental. Ruleta Rosa visibiliza casos reales de femicidio ignorados por la ley del momento en el cual fueron perpetrados, cuestionando las fallas del sistema jurídico y social. En Mater-Nación abordo las luchas feministas, especialmente los Derechos Sexuales y Reproductivos.
En algún momento me cuestioné para qué seguir escribiendo, y encontré una respuesta en visualizar la poesía y el arte en general, más allá de mi necesidad vital de ella, como algo que además es fundamental en la tarea de desafiar a las estructuras de poder, confrontando la invisibilización y la opresión, y que genera reflexión y transformación en la sociedad; es por ello, que agradezco tanto cuando logro conectar con el público, cuando tras una lectura se me acerca una compañera, de la edad que sea, visiblemente emocionada, para darme las gracias. Ese es el mayor reconocimiento al que puedo aspirar como poeta.